El ácido es un ingrediente natural de la uva, y uno de los principales componentes del vino, que se puede identificar en el paladar por una sensación aguda en la mandíbula y salivación instantánea. Los ácidos prevalentes, el tartárico y el málico, contribuyen al carácter general del vino añadiendo sabores agrios, equilibrando el azúcar y actuando como preservativo natural. El ácido lácteo también se puede encontrar en la mayoría de los vinos tintos y algunos blancos, creado mediante el proceso de "conversión maloláctica", donde se agregan bacterias para convertir el ácido málico en lácteo. Esto añade una textura cremosa y aromas de mantequilla o yogur. Las regiones productoras con climas más cálidos producen uvas más maduras con niveles de acidez más bajos, mientras que las uvas de climas más fríos pueden tener dificultad para madurar, manteniendo acidez alta.
La acidez es un ingrediente clave en el maridaje de comida y vino, ya que ayuda a realzar los sabores, limpiar el paladar de alimentos grasos y equilibrar los platos altos en acidez. Pruebe una botella de Toscolo Chianti, elaborado con la uva naturalmente ácida Sangiovese , con pasta y salsa marinara, o un ceviche fresco con un albariño refrescante como el Chan de Rosas Clasico. Otro maridaje divertido son las croquetas de bacalao con cava Marqués de Monistrol Brut Nature Cava, ya que la acidez y las burbujas ayudan a limpiar el paladar. La cremosidad que aporta la fermentación maloláctica en un blanco como el J Lohr Chardonnay de California complementa muy bien con pechuga de pollo en salsa cremosa.
Autor: Maytte Rivera